El color se abre paso con naturalidad, como si cada tono encontrara su lugar sin esfuerzo.

La materia, aplicada con decisión, crea un diálogo entre luz y sombra que sostiene el rostro sin necesidad de explicarlo.
Hay algo directo en la mirada: una firmeza tranquila, clara, que invita a detenerse un segundo más.

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Los rojos y turquesas conviven sin competir; construyen un equilibrio que se siente más que se observa.

La obra no pretende descifrar nada: simplemente mantiene la presencia de lo que está vivo en ella.

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Nota del artista
Exploración del contraste emocional a través de textura y ritmo cromático.

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