Acrílico sobre lienzo
120 × 90 cm · Lienzo

El rostro aparece construido a partir de una luz que no revela del todo, sino que selecciona lo que muestra.

La superficie oscura se abre en cortes limpios, casi geométricos, donde la piel adquiere una claridad contenida.
Los tonos grises dialogan con acentos dorados que no buscan decorar, sino marcar el límite entre presencia y ausencia.

El ojo que asoma desde el plano negro sostiene la tensión de toda la pieza.

No es una figura completa: es una aparición.
Un fragmento que invita a mirar dos veces, como si algo importante estuviera a punto de salir a la superficie.

Una obra que no afirma una fe concreta, pero sí la fuerza de aquello que decide permanecer en la sombra.

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Nota del artista
Estudio sobre la identidad a través del fragmento y la luz.

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